Algún día me atreveré

En mis 22 años de vida creo que he dado un giro de 360 grados. Mi existencia ha sido hasta ahora una trayectoria circular con algunos tropiezos que apuntaban a ser bastante graves. No había aprendido todavía a colocarme los arneses y me sostenía en la cuerda floja tambaleándome, apenas adivinando a que altura me encontraba del suelo. Ahora estoy aquí, en un nuevo punto de partida, con ánimo renovado y apuntando alto; tratando de aparcar las técnicas de supervivencia, iniciándome en el arte de vivir.

Lo cierto es que no sabría decir con exactitud cómo he encontrado el oasis, ni tampoco qué ruta he seguido, sólo se que estoy sintiendo mis pies en contacto con el suelo. El aire que me rodea es limpio y ningún obstáculo se interpone entre mis ojos y el nítido horizonte.

Podría parecer una trivialidad, pero cortarme el pelo, desprenderme de un atributo que, en parte, me autodefinía externamente durante tanto tiempo, ha sido un gesto cargado de simbolismo y no un simple objetivo estético. Algunos lastres eran ya incombustibles; demasiado agotadores.

Ahora trato de observar con objetividad y veo que en este corto periodo de tiempo he estado tropezando varias veces con la misma piedra (o tal vez debería hablar en plural). Esto no me frustra; admito que hay obstáculos que he pasado, pero que no los he sobrepasado. Me siento reconfortada.