sábado, 8 de septiembre de 2007


Los niños saben liberarse...lloran "hacia fuera", soltando, haciendo ruido.

Los adultos no sabemos llorar, lo hacemos hacia dentro (si es que acaso lo
hacemos) e incluso nos sentimos ridículos ante nuestros propios ojos al
vernos en la situación... ¿y que nos vea otro?...

Llorar hacia fuera...no se si acaso tenga sentido reaprender. Total, el mundo seguirá estando sordo. O tal vez si...tal vez merezca la pena por uno mismo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En nuestra sociedad se nos ha enseñado a no llorar, a poner un rostro duro frente a situaciones que pueden herirnos y a no mostrar que tenemos dolor.
Todos nosotros, una vez u otra, hemos podido sentir que la única forma de sobrevivir consiste en esconder nuestros sentimientos y emociones, a fin de no ser heridos otra vez.
Si nuestro dolor es particularmente profundo, incluso puede que intentemos esconderlo de nosotros mismos. Esto nos vuelve fríos, rígidos, porque, en el fondo sabemos que una pequeña rotura en el hielo puede liberar la herida y hacer que ella empiece a circular hacia nosotros otra vez.

Las lágrimas tienen el poder de fundir el hielo. Está bien llorar, y no hay razón para que te sientas avergonzada de tus lágrimas.

El llorar nos ayuda a liberar el dolor, nos ayuda a ser suaves con nosotros mismos y, finalmente, nos ayuda a sanar.

Gari dijo...

Tendré que seguir llorando hasta que aprenda ;)

Gracias