miércoles, 18 de abril de 2007

Ley de atracción

"Si piensas en algo detenidamente, dijo, frecuentemente, eventualmente lo vas a manifestar en tu vida, por Ley. Todo lo que está en tu vida, dijo, lo has manifestado, lo has atraído a ti, ya sea de forma voluntaria o involuntaria, por Ley. Todo lo que piensas, dijo, lo atraes. Viendo esto, entendiendo esto, puedes usarlo a tu ventaja."

(extraído del blog http://literaturaaleatoria.blogspot.com/)

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Era un mago de la tribu de Babel… Primero (Más grande y en negrita... este blog está obsoleto!)

Bajo el fuerte sol de Oriente, su cegadora luz blanca, bullían hombres y mujeres caminando, comprando, haciendo tratos y citas en el mercado de Babilonia.

Inmenso. Desperdigado por todas y cada una de las calles del centro de la ciudad hasta casi llegar a los jardines de Palacio, es un mercado conocido por todos los mercaderes del mundo, del que se narran todo tipo de maravillas y anécdotas.

Nadie podría enumerar toda la inverosímil variedad de mercancías ni se cansan de especular sobre las prodigiosas ganancias que se obtienen en él... Quiénes, los menos, por haberlo visitado, quién por parientes más o menos lejanos que sí estuvieron alguna vez, y quien, por sueños inventados en su anhelos por conocerlo…
Todo mercader lo tiene presente y como ejemplo.

Aquí caben todo tipo de mercancías y todos los tratos y acuerdos posibles. Desde especias a esclavos, desde mercenarios para cualquier ejército y causa, hasta una seda más fina que el aire que no vestía, sino que dibujaba, la piel de las más hermosas mujeres de todo el imperio; también ellas bajo un precio.

Simios y aves del paraíso, elefantes, fieras salvajes, gusanos de seda, tesoros, armas , cofres, joyas, alimentos, ungüentos milagrosos, venenos, perfumes, aceites, almas incluso y pecados por poco dinero… y hubo quien compró, según cuentan, la llave del Edén.

De entre los miles de toldos y lonas que protegían del sol las mercancías, una de ellas, de color azul, permanece hora tras hora, todo el día repleta, día tras día.

Sea lo que fuese la mercancía expuesta debe ser de extrema necesidad por su demanda, amén de reportar enormes beneficios a su propietario.

No se ve el puesto lujoso como otros sin embargo, ni repleto de objetos como tantos bazares y lugares de cambio en los que, más que con monedas o tablillas, se utilizaba el trueque de mercancías .

Al contrario que la mayoría, sus artículos no están expuestos ni anunciados en las muchas lenguas del imperio, ni señalados con algún número o signo. Habría que acercarse bastante para averiguar qué es lo que despierta semejante curiosidad y audiencia, tan constantemente, entre los transeúntes.

Como yo no tengo dinero y mis preocupaciones son lo suficientemente graves como para interesarme por mercancía alguna, no he encontrado ánimo para entablar conversación o regateo con mercaderes.

Llevando ya más de treinta días en Babilonia. Apenas he salido a la calle.

Cuando lo hago, acuciado por los consejos y protestas del ama de llaves de la fonda en la que me hospedo, o por las risas y burlas de las hijas de ésta, camino alguna mañana por las callejuelas y avenidas sin fijarme en nadie. Sólo cosas, colores y bultos, adoquines de la calzada o baldosas de los parques y jardines.


Aquí me siento, allí me apoyo, la mirada en el horizonte, perdida, suspirando mientras trato de contener las lágrimas.

Tras nueve largos años de viaje he llegado por fin a mi destino pero !Ay! !Pero en qué condiciones! Cuando embarqué rumbo a Babilonia ya pensaba que mis días de infortunio estaban acabando, todas las penalidades de mi vida iban a encontrar consuelo tras aquella travesía por mar, la última, tras la cual arribaría al más codiciado de mis anhelos… Babilonia la Grande…

Segundo (subrayado o en negrita al menos)

... Desnudo amanecí sobre la playa a varias leguas de la urbe, sin dinero, sin mis tablillas , sin mis planos !Tan codiciados! Ni cartas de presentación ni credenciales… !Nadie!…

... ¿Cómo no había leído las tres o cuatro cartas que traía conmigo desde Cartago para ayudarme a introducirme en este nuevo mundo, esta nueva lengua, nueva moneda, nuevos gestos y costumbres...? Tal vez entonces algún nombre recordaría, alguna dirección, alguien a quién recurrir… No!, mi respeto por quien me las había proporcionado era tan grande como para creer que, no abriendo los sellos, honraría su memoria al entregarlas.

Atadas como estaban a mi cuello y mi cintura, junto a los planos, el oro y las tablillas, no podían haberse desprendido en el naufragio, sino más bien alguien debía habérmelas robado ya en la orilla, tal vez creyéndome muerto.
Y también mis ropajes. Imposible que no me quedase ni un jirón de ellos.

Cubierto por un trozo de velamen del barco que la marea arrojó a la playa enredado en un cadáver, junto con algunos restos del naufragio, entré de este modo a la ciudad que desde niño había soñado y a la que, como niño, desnudo, llegaba.

En el puerto, desfallecido, aún pude buscar a un hombre, un nombre oído al capitán, buen amigo suyo, del que me había contado mil aventuras y peripecias y al que, supuestamente, tenía que hacerle llegar ciertos presentes que ya no venían conmigo.

No fue fácil dar con él pues el puerto era el más grande que jamás había visto.

Cientos y cientos de barcos amarraban en sus malecones, incluso sujetos entre sí por pares o ternas para ahorrar espacio.

Cada día partían o arribaban decenas de ellos y los trabajos y trasiego de personas y mercancías eran continuos; un hormigueo constante entre el que me perdí varias veces.

Cuando por fin encontré a Hakim llevaba todo el día caminando y averiguando. Sobrepasado ya por los acontecimientos y debilitado por el hambre y el pesar, mi aspecto debía de ser tan deplorable que su primera reacción fue la de mandarme echar fuera del tinglado que le hacía las veces de tienda y almacén para sus múltiples y diversas mercancías que le llegaban de todos los puertos conocidos.

Semi-desvanecido como estaba alcancé sólo a pronunciar el nombre del capitán y el de su nave y Hakim, palpando el jirón de vela que me cubría, comprendió al instante…

Quiso averiguar el cuándo y el cómo, sus últimas palabras y sus últimas singladuras, pues era mucha la estima que le profesaba y hacía varios años ya que no se encontraban. Mas no viéndome en condiciones de seguir hablando mandó que me llevaran a su casa como huésped mientras reencontraba mi destino.

… Llevo más de una luna bajo la protección de este hombre honorable. aunque cauto y amable, comprensivo para con mi pérdida, alguna que otra vez he adivinado una mirada de desaprobación por mi inacción y mi apatía.

Ni yo mismo consigo reconocerme. Débil, abúlico, tan quebrado quedó mi espíritu tras el naufragio.

Todos mis planes deshechos, mis mercancías y tesoros perdidos y sin poder yo volver a mi país por falta de medios y… ¿a qué? si hasta mi casa y tierras decidí vender tras la muerte de mis ancianos padres para cambiarlas por aceites en vasijas de alabastro, túnicas y ropajes de alto precio, perfumes y piezas de un material trasparente obtenido por alquimia a semejanza de las piedras las preciosas más puras. Todo ellos cargado a lomos de los caballos de la más pura raza y fortaleza de todo Occidente… ...Mis amigos, mi fiel sirviente Zenón… todos ahogados, ocultos por aquella inmensidad azul que durante algunos instantes lograba aliviar el dolor de mi corazón roto al mirarlo.

Sumido yo en una desesperación que se asemeja a una cárcel, esta angustia y desaliento que me impide pensar o tomar decisión alguna…
... ¿Qué hacer? ¿Por dónde empezar? ¿Cómo...?

Sin ser príncipe ni cortesano, me he relacionado entre ellos. Mi cultura, de tan amplia, no ha tomado dirección concreta alguna y no me ha hecho aprender nada realmente útil. Mis oficios: Pasar la vida en diversiones, retos, pruebas… Mis trabajos: Si pesados, deporte, si livianos, entretenimientos. Pasar la vida haciendo nada.
Mi fortuna, gracia de los dioses. Mis pesares, cosas del destino. Mis calamidades, aventuras.

Mis manos tienen que dar de comer a mi boca y no sé cómo hacerlo. Mi mente tiene que crear ganancias y sólo sabe de experiencias y fantasías. Mi voluntad de trabajo y mi constancia sólo saben del ya y del ahora, del reto, del momento, del impulso… No ha aprendido a pensar de otra forma.
Mi boca habla una lengua distinta en esta ciudad donde se hablan todas las lenguas.
Estoy sólo, no soy nadie… y tengo que comenzar de nuevo sin saber cómo hacerlo.

zapador dijo...

Sirva este para subrayar el anterior anónimo, (De pronto me he encontrado que el signo de los no-tiempos es ir de anónimo, o de "nick", o de nombre de mentiras y... como que no! (palabra que no es vanidad, es que los anónimos/as, dicen muchas sandeces y, bueno es llevar pasamontañas o capucha,... pero si el pasamontañas sirve para decir algo bueno, pero si no mejor que ... (sin comentarios).

Y sirva también, por protocolo, justificar el "a cuento de qué viene eso"... Pues... "Si piensas en algo detenidamente, dijo, frecuentemente lo vas a manifestar en tu vida... por Ley".-
¡¡DISCREPO!!. "frecuentemente" no. No es cuestión de "frecuencia". Es LEY.

y el "cometario" ,(denso, pesado y extenso, lo sé. Son mis modos), son sólo lo dos capítulos primeros de algo que escribí hace mucho tiempo y que luego he recorrido durante unos cuantos años (aunque aún hay más capítulos, mi vida no es corta, ni breve... aunque sí tal vez un tanto densa, pesada y extensa).

Ese es el miedo (¡PAVOR!) que sienten algunos de los que escribimos ante una hoja de papel en blanco y un lapicero (Sig. "bolígrafo", pero queda más bonito y literario.

punto.

zapador dijo...

...Y aparte.

Lo siento Mr./Mrs. "Pero sigo aquí". No volverá a suceder.

Me pasa siempre lo mismo. acabo chafando los Blogs, por rollo.

Que sirva de disculpa el quitarme el sombrero (sig. capucha/pasamontañas)y bueno, eso... que yo también sigo por aquí.

abrazo fraterno (para eso no hay "emoticonos")

Gari dijo...

Hola, amigo Sergio (sabía que eras tu aún con el pasamontañas):
¡No tienes que disculparte de nada! tus comentarios van a ser siempre recibidos con afecto en este espacio, que por muy extensos que puedan ser, el blog me sigue saliendo gratis! ;)
Me gustan tus aportaciones, y esta especialmente por el toque literario. Deberías continuar con el relato, no creo que sea tarde, no??...Nuevos comienzos, nuevas oportunidades.

...¿vida "densa, pesada, extensa"? No lo creo! tan sólo una vida repleta de vivencias únicas, tuyas. Creo que hay que aprender a reducir la cantidad de adjetivos empleados.

La vida ES en sí misma; déjala ser.
Eres una gran persona.

Un abrazo

Anónimo dijo...

TERMINANDO POR EL PRINCIPIO... PORQUE EN EL NO TIEMPO ES LA HORA DE RECORDAR:....
http://www.artehistoria.jcyl.es/historia/contextos/1362.htm

zapador dijo...

¡¡LA CAGASTE, BURT LANCASTER!!
Me pusiste a mano un folio en blanco de "papel" y ¡Que le vamos a hacer! Es superior a mis fuerzas... y la única adicción a la que ni puedo, ni quiero, ni intento, ni pretendo renuciar... (bueno, ¡mentiras!... eso de viajar..)

Tercero

Aquella mañana brumosa, amenazando tormenta, mi desesperación llegaba a su sima más profunda.

Mi voluntad dormida, anonadada por el impacto de los acontecimientos y por la desidia de mis días, clamaba desde muy dentro de mi para que reaccionase, para que inventase el modo de despertar en mí alguna nueva esperanza que evitase que cayera en la locura.

Me hallaba en el más alto de los jardines de la ciudad frente al cual se abría sólo abismo, desde donde no se alcanzaba a divisar ni siquiera las rocas del fondo contra las que tantos cuerpos suicidas se habían quebrado, eligiendo siempre este jardín, el más alto y el más bello, tal vez porque no se podía ver el fondo y hacía sentir menos miedo al salto definitivo, tal vez por su nombre, Bab-ili, Puerta del cielo.

Era el séptimo de los jardines de Babilonia, desde el que se podía ver, de un lado toda la ciudad bullendo, creciendo y debatiéndose hasta el infinito, y del otro el mar, agitándose y compitiendo con la ciudad en cubrir el horizonte.

Desde aquí podía verse casi toda la muralla del rey Semiramis, de color negro por estar todos sus ladrillos unidos por betún y asfalto en vez de mortero y argamasa, para que perdure eternamente.

Tal poderío tenía que utilizó más de 10.000 esclavos en su construcción, muchos de los cuales pudieron comprar más tarde su libertad y tornarse mercaderes gracias a las ganancias que obtenían de vender el sangrante betún a las caravanas que venían de la India y de más allá del Asia.

Aun se les podía conocer en los mercados. A más de uno había reconocido ya, por sus manos negras y quemadas, orgullosos de su libertad y de la muralla que les defendía. Ellos mismos se sentían parte de una extraña estirpe y solían relatar que su fortuna les venía del betún que podían raspar cada noche de entre las uñas de sus dedos, tan preciada era su calidad.

En el centro de la ciudad, la Torre. Siempre en ruinas. Inacabada. Casi siempre cubierta por nubes o bruma que no dejaba ver la cúspide.

Construida hacía muchos siglos por cíclopes y gigantes, según se decía, estaba tapiado su acceso; prohibido ascender por ella bajo pena capital, para no ofender a los dioses pues se decía también que alcanzaba sus mansiones.

Sólo Ciro, el Magnífico, había ascendido muchísimo tiempo atrás y luego el rey Surinamis. Ambos descendieron horrorizados, descompuestos, con la obsesión, dicen que una orden, de conquistar un imperio el uno, y de cercar la capital de éste, con sangre y fuego, en la alquimia del betún, el segundo. Tras ésto, ser humano alguno había podido acercarse a ninguno de ellos y ni siquiera tocar sus ropajes pues de hacerlo les acaecían unas muertes terribles al instante.

Frente a mí, en el mar se elevaba el Coloso.
Gigante de granito y mármol tan grande como una montaña, por entre cuyas piernas había de pasar todo barco que quisiera arribar salvo a puerto.

Cientos de naves surcaban cada día por entre sus talones, asentados cada uno sobre la desembocadura de los dos ríos que abrazaban y alimentaban a la ciudad.

En la diestra del coloso una espada de oro arrancaba destellos al sol para guiar a los barcos a gran distancia.
En las noches un sistema de espejos, obtenidos por la más secreta de las magias, reflejaban sobre la hoja desnuda la luz de piras y hogueras creando un aura a su alrededor visible a varios horizontes de distancia.

A mi alrededor los canales y jardines, las vistas, el horizonte, las obras descomunales, todo clamaba la grandeza humana, el poderío de la civilización y sus riquezas.

... Frente a mí sin embargo sólo se abría el abismo, la nada, que me atraía hacia sí en sacrificio, tal vez como pago a los dioses por tanta actividad humana, tal vez porque los mismos dioses quisieran reparar el error o el olvido de haberme dejado con vida tras el naufragio.

Sin decidirme aún a saltar por sobre la balaustrada de mármol, un estruendo de tambores y timbales me detuvo. Una cohorte de esclavos y eunucos despejaba el jardín de los posibles paseantes pues un cortesano de la clase directora se presentaba en él.

Intocables, nadie podía acercarse a ellos que no vistiera la túnica de sus mismos colores o la púrpura de la realeza, y ante el sonido de campanas, timbales y “trompetas” (sig. cambie nombre david) del según que grado del cortejo toda persona de clase inferior debía retirarse y desaparecer de su camino e incluso de su vista.

Tentado estuve de hacerlo más mi apagada voluntad me dictó la idea de permanecer en el porche.

Si dudaba de poder reunir el valor para lanzarme al acantilado ¿Por qué no dejar mi muerte en otras manos? A buen seguro me decapitarían al instante los soldados de la guardia al encontrarme o tal vez ellos mismos me arrojarían al vacío.

zapador dijo...

LO SIENTO GARI, PERO QUIEN AVISA NO ES TRAIDOR...
Es un buen acantilado donde dejar anidadas mis gaviotas, que siempre volando, acaban perdiéndose como si fueran meras hojas de papel.

Anónimo dijo...

Once (porque sólo son gaviotas y no quiero restarle tiempo al hacer con lo ya hecho)...:

Hace frío fuera, y aunque es tarde, aún faltan muchas horas para que amanezca y pueda instalar las lonas y el mostrador en el mercado del pueblo.

Desazonado por la falta de mercancías que me auguran una no muy buena venta mañana , preocupado por la multitud de problemas que me acucian y desvelan; tratando de hallar alguna salida a mi situación, negándome a reconocer que no la hay.
Sintiéndome sólo, angustiado, me decido a entrar en la cantina que me ofrece calor y tal vez compañía durante algunas horas.

El local, un sótano que en otros tiempos ha servido de granero y más tarde de bodega, bulle de ruido y olores que, si bien poco definidos, me acogen como un refugio en el que poder olvidarme por un rato de mis propios pensamientos.

Mientras bajo las escaleras veo a Jordán, un hombre pequeño y contrahecho, desde su nacimiento enano, al que conozco desde hacía tiempo y con el que varias veces he mantenido largas conversaciones en mis visitas mensuales al mercado de esta aldea.

Sumamente despierto e inteligente, vive solitario y taciturno. No evita en modo alguno el contacto con la gente. Al contrario, suele gustar de los lugares públicos y concurridos, de ahí el haberle conocido en el mercado; aunque permanece siempre aparte, temiendo tal vez, sino las chanzas y bromas contra las que sabe defenderse con un ingenio incisivo y audaz y una lengua poco menos que viperina, sí de las miradas del mundo, que por cierto deben ser muchas y curiosas, cuando no insolentes o despectivas, por su aspecto lamentable.

Siempre me ha sorprendido su acertado sentido crítico y su amplísima cultura. Muchas veces nos hemos desvelado hablando sobre los males del mundo, filosofías extrañas, religiónes y mil temas que, si bien no prohibidos, sí son escabrosos y resbaladizos, peligrosos según qué interlocutores u oídos estén presentes.

No podía haber encontrado mejor compañía para ésta noche en la que el desánimo y la tristeza me invaden. Más aún sabiendo que estará dispuesto a charlar conmigo, como siempre, no tanto por falta de compañía, que no suele buscar, sino por la empatía y comunión de pensamientos que nos une.

Me acerco a su mesa frotándome las manos, más por llamar su atención que por el frío de la noche. Trato de sonreír lo más alegre y amistosamente posible mientras me siento, con un saludo, tratando de disimular mi estado de ánimo real.

Con un gesto me ofrece una silla frente a él mientras me mira con sus ojos profundos.

No demuestra alegría por verme, ni tan siquiera sorpresa, como si estuviera acostumbrado a verme a diario.

Con alegría fingida, aunque contento, le comento que he estado ausente de la comarca por más tiempo del habitual. No me había sido posible acudir los días de mercado el mes anterior a causa de una nevada fortísima que había dejado impracticables casi todos los caminos de la comarca.

No me escucha. No me oye al menos. Me observa con sus inquietantes ojos oscuros, adivino una media sonrisa en su rostro, o tal vez no, tal vez sea sólo un rasgo de su rostro poco agraciado.

- ¿Qué te ocurre? - Inquiere de pronto,interrumpiéndome
¿Qué es lo que te tiene tan apesadumbrado?. . .

Me quedo sin habla, molesto. ¿Qué gesto me ha delatado? ¿Cómo puede saberlo? Sin poder explicármelo con palabras me siento incómodo, descubierto, como si hubiese mentido de algún modo.

- ¿Por qué preguntas eso? - Respondo tras una larga vacilación, tratando, no se por qué, de encontrar alguna respuesta que siga manteniendo mi estado de ánimo en “secreto” - ¿Tengo algo en la cara? - Me sujeto el mentón.- ¿Parezco enfermo?…
- Disimulas… - Sonríe, ahora sí - No importa. Supongo que es algo que no me incumbe. No te afanes, no pareces enfermo. Es sólo algo en tu actitud, en tu mirada. Siento como si estuvieras triste.

- Oh, no! - Ahora sí miento, más tranquilo - Será cansancio,… hambre… !Mesonero! …

Levanto la mano para llamar al grueso hombre que atiende el local, las mangas remangadas, delantal grasiento, que cruza mi mirada por un instante y, tras enviar de un cogotazo a un chiquillo que se afana por entre las mesas, me sonríe reconociéndome de otros viajes, mientras se limpia las manos en el mugriento delantal.

Procuro evitar la mirada de Jordán
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Trece


- No, si lo entiendo,… ¿Quién va a otorgarme a mí cualquier tipo de inteligencia, de espiritualidad? !Con éste pequeño cuerpecillo deforme y asimétrico que me ha tocado en suerte!, Con este rostro desigual e inflamado que, ya sé, repele bastante.

Mi único refugio durante años han sido los libros y la soledad de mi estudio. En el cerebro encontré mis armas mejores. Con cultura he forjado mi escudo y mi armadura. Sólo así, y a veces, me han tomado en serio. De otro modo, de bufón no habría servido, por feo, si no más bien como fenómeno de la naturaleza en algún circo, ...o de víctima de niños malvados en cualquier aldea de la montaña en la que me refugiase de miradas… Poco más que de escupidera de miserables, vaya!… Y sin embargo !Mira eso!

Sus ojos señalan en dirección a una esquina del local en la que un joven agraciado y visiblemente borracho ríe y chancea a voces entre un grupo de tahúres y busconas de taberna.

- ¿No es una lástima? !Qué desperdicio! !Cuántas puertas no se me abrirían con semejante rostro y figura en vez de malgastar el talento entre mala gente y borracheras...!

Su mirada no refleja ni envidia ni celos cuando le miro a los ojos; más bien un hondo pesar, como si sufriera una gran pérdida reciente, como si, por empatía, se identificara con algún doliente.

Es sincero en lo que dice. Esto, y su objetividad en todos los asuntos sobre los que disertamos a menudo, es lo que más me extraña de su comportamiento. De un personaje tan extraño, deforme y enano, con un rostro lleno de marcas de viruela y cicatrices, sólo puede imaginarse una vida llena de sinsabores y desprecios, humillaciones que, sin embargo, no paren haberle hecho mella alguna.

Habla sin apasionamiento. En ninguno de sus comentarios se puede adivinar resentimiento alguno por su seguro dificilísima infancia y adolescencia, que no juventud, pues más de ventipocos años no tiene, a pesar de que pocas señales del tiempo puedo adivinar, dada su extraña imagen,

- ¿Qué edad tienes? Pareces joven, pero sin embargo…

El tono de mi voz o mi mirada ha debido traicionarme pues me mira con sorpresa. Otras veces antes ya había sentido su reticencia a hablar sobre sí mismo. Obtener algún dato sobre su intimidad es poco menos que imposible, no ya porque cambie de tema de inmediato las menos de las veces, sino porque, de pronto, se encierra en un mutismo infranqueable, fija la vista en algún punto, más bien como quien mira hacia dentro buscando algún recuerdo, deja transcurrir unos minutos antes de despedirse más o menos bruscamente dejándole a uno sólo, sin explicación alguna, y sin dar pie ni tiempo para retenerle.

Me muerdo la lengua. Espero ya una de esas reacciones suyas, con pesar, pues estoy más bien cansado y aburrido esta noche, y no tengo ganas de quedarme sólo, sin nada que hacer hasta la madrugada cuando instale mi tenderete en el mercado.

- Bueno, no es que me importe - trato de arreglarlo de algún modo antes de que me abandone - Sólo estaba pensando…

...Sonríe. Es extraño pero creo que es la primera vez que me percato de su sonrisa. En su rostro difícil y feo es extraño verla; más aún por lo bella que es. Su dentadura, por fin, si es algo perfecto. Bien hecha y poderosa, con grandes dientes blancos y bruñidos, que dice mucho sobre su buena alimentación y costumbres entre un tipo de gente que rara vez puede enseñarlos si no por sus melladuras, sí por su color sucio y su aliento, cuando no por la ausencia de muchos de ellos.

- No te afanes. No me voy. Simplemente no me gusta satisfacer gratuitamente la curiosidad de la gente. A todo el mundo le produzco asombro y si por ellos fuera, me pasaría el día respondiendo a las mil preguntas que me hacen y que en realidad ni a ellos mismos les importa durante más de un instante… Pero lo siento, ni queriendo te puedo responder pues no tengo memoria de haberlo sabido nunca. Por lo que recuerdo calculo serán poco menos de treinta años. Por lo que he padecido, cientos, siglos… por los que me puedan quedar… a veces quisiera fueran miles, muchas otras quisiera haberlos recorrido todos ya.

Ahora calla un buen rato. Adivino que hasta él mismo se ha asombrado de haberme respondido y guarda silencio ahora como recordando algo. Tal vez una promesa.

Por no importunarle más hablo yo ahora, sin darle mayor importancia, sobre el clima de este año y la tardanza de las cosechas. Esto último esta ocasionando ya graves quebrantos en mi negocio pues los campesinos apenas han podido comerciar con los excedentes que pueden ocultar a los amos de las tierras y ni animales de corral les quedan tras el largo invierno que se avecinó después de la sequía.

- Ha sido verdaderamente un año de calamidades y desdichas - comento - y desde que los señores destronaron al rey y le mantienen enclaustrado en el monasterio, libre según dicen, en todas estas tierras no hay gobierno ni mando, y por todos los caminos pretenden saquearte, sino los bandidos, los mismos soldados del castillo que no gustan de gastarse la paga sino en mujeres y en vino… !Malos tiempos son éstos!... Y yo ya voy cumpliendo los años y comienzan a pesarme tantos caminos andados, al cabo con el único beneficio de alguna buena racha en la que he comido y holgado un poco más que en otras… Pero, ya ves: Ni casa tengo tras tantos trabajos y hasta los caballos y el carro se me están haciendo viejos… A veces sueño… con abandonarlo todo…

¿Y a qué te dedicarías entonces, mercader? - Me pregunta él, ahora sí curioso

- Abandonarlo... TODO - le miro a los ojos.

Comprende, sin atreverse a darme ánimos ni apoyo siquiera. Tampoco trata de tomárselo a broma por no gravar más la conversación.

Tras unos momentos, como si lo hubiese estado pensando y sopesando, con tono de voz grave y medido, como quien hace un movimiento arriesgado sobre el tablero de ajedrez, habló pausadamente, dándome tiempo a entender perfectamente el sentido de sus palabras, aún sin verle los ojos que estaban fijos en un nudo en la madera de la mesa:

- No deberías plantearte una tontería semejante. Primero por tu Valor. Sería una prueba tan dura que, en el caso extremo de ponerte en situación de hacerlo, si te faltase, quedarías tan quebrantado que ya fe alguna podría devolverte la confianza en ti mismo frente a los peligros, serías como un odre rajado que como pellejo no sirve, y nunca más para guardar líquido ninguno, imposible de coser la rajadura.

Segundo por tu Conciencia. En el caso de que tu locura fuese mayor que tu valor y tu instinto, ninguna razón es tan poderosa , ni ignorancia tan obtusa, como para engañarla y hacerle creer que lo que haces está bien. Quedaría ésta vagando en el vacío, sin un cuerpo al que dirigir por algún camino y sin posibilidad de retorno a la luz pues la dejarías incompleta, inacabada para el siguiente paso.

- ¿De qué luz me hablas? ¿Qué paso tiene que dar conciencia alguna después de muerto? No te niego que los frailes no hallan plantado sus semillas mentirosas en mi alma, tan amenazadoras y acuciantes suenan sus voces, y tan verídicas, cuando de niño uno tiene aún el alma y la mente vacía y fértil y llena de preguntas.
Pero ¿no eres tú de los primeros en poner en duda sus dogmas, en ver ocultos intereses en sus enseñanzas? ¿Acaso no hemos hablado mil veces de sus manipulaciones en la mente del pueblo? ¿De la promesa de vida eterna a cambio de la aceptación de toda injusticia? Me asombras Pedro.

- Calla! Olvida ya el Apocalipsis y tanta teoría santa. No te hablo de alma, que sigo poniendo en duda, sino de Conciencia, que habla; tu también la escuchas. Con o sin religión es hija tanto de los instintos más humanos, como de la moral más elevada pues hasta el más zafio de los hombres sabe cuando actúa bien o mal, a favor o en contra de la naturaleza y los astros.

Por ignorante me tendría si creyese todo lo que dicen los frailes, ya sean cristianos, sarracenos, santurrones o iluminados, o lo que me dictase el mismísimo Aristóteles si antes no lo he puesto en duda, lo he medio, pesado y comprobado hasta estar seguro de no tener mejor respuesta. Más por ciego me tendría, y por sordo y peor aún, por necio, si negase lo que por mis estudios tengo comprobado.

Y por los astros te aseguro, pues los juramentos también por mí mismo tengo prohibidos, que la conciencia puede moverse de lugar hasta los confines del mundo sin que tu cuerpo tense el músculo de un párpado, y que puede ver más allá en el tiempo hasta muchos siglos venideros. Conocer el final del mundo incluso, si uno es perfecto, aunque no sea éste mi caso.

Y aún muchas otras maravillas increíbles puede hacer tu conciencia en esta vida, aunque sea corta para llegar a muchos límites.

Transmutar metales, convocar fuerzas de la naturaleza y hacer visible muchas cosas invisibles al ojo humano. El poder de la creación está en sus manos si pudiésemos alcanzar su completo dominio. Mas aún estamos a imposibles distancias ni es de este tiempo el lograrlo.

Si supieras, como yo, todo esto, si pudieras comprobarlo, no hablarías tan veloz, aunque sé que seriamente, de la posibilidad de acabar con T-O-D-O por tu propia mano.

Volvió a mirar al joven borracho de la esquina que, ya completamente ebrio, gemía y lloraba bajo la mesa entre mareos y arcadas de vómito devolviendo el vino a la tierra.

- !Vamos! - dijo mientras se alzaba y arrojaba sobre el plato un par de monedas que pagaban de largo su plato y el mío - Te mostraré una puerta.

Me calé el sombrero y me puse la capa sobre los hombros en un impulso, sin pensarlo dos veces, y salí a la calle con él antes de empezar a sentir miedo.
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Trece
El modo que tiene el Demonio para conseguir almas es que le entreguen éstas en vida. Ya sea por tratos forzados por la ambición, la avaricia, la soberbia o el engaño, en los que el diablo es Maestro; como a través de la desesperación y la locura, forzando la decisión de los hombres a despeñarse por acantilados o a quitarse la vida de cualquier otro modo, logrando así cosechar almas que aún no han cumplido su tiempo en este mundo, quedando vagando, enredadas en un extraño estado en el que Satanás reina a solas.

... Su límite, sin embargo, está en que sólo puede intentarlo tres veces... de tres formas... y es muy cauto y endiabladamente sabio para saber que, si falla, las almas se liberan, y él se convierte entonces en un pobre, mero y mísero diablo...

Gari dijo...

De verdad, Sergio, qué gusto da leerte en un relato como este.
Sigue escribiendo...

Anónimo dijo...

AVISO A NAVEGANTES!!

CUIDADO Gari, has entrado en salón de los espejos.

Lo que parecen ventanas, pueden ser puertas. Lo que reflejos o sueños, realidades. Lo que maya, dharma...

Y estamos en el coraje y los tiempos de Agra (I,II y III)

p.d.